martes, 21 de agosto de 2012

Clase de Filosofía e Historia de la Ciencia y la Tecnología 21/08


ALGUNOS ASPECTOS DEL MÉTODO CIENTÍFICO



El método científico es el proceso mediante el cual una teoría científica es validada o bien descartada.
































Los principios fundamentales del método científico son:

La reproducibilidad, es decir, la capacidad de repetir un determinado experimento en cualquier lugar y por cualquier persona. Esto se basa, esencialmente, en la comunicación y publicidad de los resultados obtenidos. En la actualidad estos son publicados generalmente en revistas científicas y revisadas por pares.
                
La falsabilidad, es decir, la capacidad de una teoría de ser sometida a potenciales pruebas que la contradigan. Bajo este concepto no existe en la ciencia el "conocimiento perfecto". Con excepción en las matemáticas, una teoría científica "probada" —aun la más fundamental de ellas— se mantiene siempre abierta a escrutinio. 

Objetivos de la ciencia
Son dos los objetivos centrales de la investigación científica y consisten en:
a) Descubrir respuestas y soluciones a problemas de investigación mediante la aplicación de procedimientos científicos.
b) La descripción, explicación, predicción y control de fenómenos: Uno de los objetivos básicos consiste en la identificación de problemas y en descubrir las relaciones entre las variables que permitan describir, explicar, pronosticar y controlar fenómenos, para ello descubre leyes científicas y desarrolla teorías científicas.

Pero a pesar de la creencia popular, el objetivo de la ciencia no es responder todos los interrogantes. El objetivo de las ciencias físicas es responder únicamente aquellas preguntas pertenecientes a la realidad física. Asimismo la ciencia no puede enfrentar todas las preguntas posibles, por lo que la elección de cuáles responder es importante. La ciencia no puede ni se ocupa de producir verdades absolutas

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SOBRE EL PROGRESO CIENTÍFICO (RECORTE PARA LA CARPETA)
Con facilidad podrían citarse a varios filósofos de la ciencia argumentando en el sentido que el progreso científico es discontinuo, o sea que se realiza a saltos, y que por tanto no es resultado de una acumulación relativamente continua de conocimientos y de experiencias. Muy por el contrario, la propia historia parece confirmar que el progreso científico es muy dinámico y revolucionario, y durante este proceso constantemente se van introduciendo y adaptando nuevas ideas, mientras que ideas anteriores son abandonadas o son restringidas en cuanto a sus posibles aplicaciones.
El filósofo científico Thomas Samuel Kuhn es precisamente uno de los defensores de este modelo, lo que bien explica en su libro The Structure of Scientific Revolutions, y en donde a través de estudios históricos, muestra con acierto que el progreso científico no es un proceso acumulativo, sino por el contrario, una sucesión de cambios de paradigmas, que él llama revoluciones científicas ya que se tratan de cambios bruscos.
Cuando un nuevo paradigma se instala en una comunidad científica, hay igualmente una fase de progreso en el marco de lo que Thomas Kuhn llama ciencia normal, y dicha fase continúa hasta que fenómenos inexplicables o anomalías se presentan, poniendo en duda el propio paradigma.

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Serendipia, el azar en la ciencia (RECORTE PARA LA CARPETA)
Muchas veces buscando una cosa se encuentran por accidente otras que se habían estado buscado desde tiempo atrás, pero sin éxito. A esto se le conoce como serendipity y ha contribuido a multitud de hallazgos científicos
Cuando navegamos en la Internet lo más común es encontrar lo que buscamos, lo cual no es para sorprenderse mucho, si se considera que, de acuerdo con Overture (antes Inktomi), uno de los especialistas del rubro, hoy día existen más de mil millones de páginas disponibles para todos los usuarios. Sin embargo, ocurre también que buscando una cosa se encuentran por accidente otras que se habían estado buscado desde tiempo atrás, pero sin éxito. A esto se le conoce como serendipity (serendipia, en español).
Serendip es la transcripción inglesa del nombre persa de Ceilán, una isla ubicada en el Océano Índico, cuyo nombre oficial es Sri Lanka. Los persas lo tomaron del árabe Sarandib o Serendib, nombres que nos han llegado directamente en obras literarias, como la historia de Simbad de Las mil y una noches.
El término fue acuñado en 1754 por el escritor británico Horace Walpole. En una carta que escribió a sir Horace Mann el 28 de enero de 1754, le hablaba de la riqueza expresiva del vocablo: "...este descubrimiento es del tipo que yo llamo serendipia, una palabra muy expresiva que voy a intentar explicarle, ya que no tengo nada mejor que hacer: la comprenderá mejor con su origen que con definiciones. Leí en una ocasión un relato titulado Los tres príncipes de Serendip. En él los protagonistas realizaban continuos descubrimientos en sus viajes, por accidente y debido a su sagacidad, de cosas que en principio no buscaban: por ejemplo, uno de ellos descubrió que una mula ciega del ojo derecho recorría últimamente el mismo camino porque la hierba estaba más raída por el lado izquierdo -¿comprende ahora la serendipia?".
El vocablo permaneció olvidado durante siglos, hasta que fue rescatado para aludir al descubrimiento científico casual. Una de las primeras menciones del mismo se debe a la revista Scientific American en 1955: "Nuestra historia tiene como uno de sus episodios críticos aquellas coincidencias que muestran cómo un descubrimiento depende a menudo del azar, o lo que se ha llamado serendipity".
El término tuvo tal acogida que dio lugar al libro de Royston M. Roberts, Serendipia. Descubrimientos accidentales en la ciencia (Alianza Editorial, 1989). Incluso uno de los proyectos científicos vigentes de búsqueda de vida extraterrestre se llama Serendip.
La palabra serendipity se encuentra hoy en los diccionarios de inglés, no así su versión española en el de la Real Academia de la Lengua Española, y su noción se ajusta muy bien a numerosos casos de descubrimientos científicos, que se produjeron "por casualidad", pero que quizás no se habrían llegado a realizar de no ser por una visión sagaz, atenta a lo inesperado y nada indulgente con lo inexplicable en apariencia, por parte de los investigadores.
Algunos casos de descubrimientos por serendipia que resultan ilustrativos de la forma en que avanza nuestro conocimiento y evoluciona nuestra civilización.
Principio de Arquímedes
Cuenta la leyenda que lo concibió mientras se bañaba, al apreciar que su cuerpo iba pesando menos a medida que se sumergía y hacía rebosar el agua del baño. Tan grande fue su entusiasmo al darse cuenta de que el volumen de agua desplazado era el mismo que el de su cuerpo sumergido que salió corriendo desnudo de los baños gritando "Eureka" (que significa ?lo encontré?).
El salto de la pata de rana
"Había diseccionado y preparado una rana del modo habitual y mientras atendía otro asunto la dejé extendida en una mesa sobre la que había una máquina eléctrica pero a una considerable distancia. Cuando una de las personas presentes tocó por accidente los nervios de la rana con la punta de un escalpelo, todos los músculos de sus patas se contrajeron una y otra vez, como afectados por intensos calambres".
Así describía Galvani su primera observación absolutamente accidental de lo que el llamaba "electricidad animal". En lugar de olvidar el incidente no paró hasta reproducirlo. Los experimentos de Galvani ayudaron a establecer las bases del estudio biológico de la neurofisiología y la neurología: los nervios no eran canales con fluidos como Descartes había concebido tiempo atrás, sino conductores eléctricos. La información dentro del sistema nervioso se transportaba mediante la electricidad generada directamente por el tejido orgánico.
La pila eléctrica                                           
La diseñó Alessandro Volta en 1800 a raíz de las observaciones serendípicas de Galvani, demostrando que la génesis de la electricidad se debía a la conexión de dos metales dispares a través de una disolución electrolítica.
Penicilina
Alexander Fleming explicaba que "no intentaba descubrir la penicilina, me tropecé con ella". El bacteriólogo escocés investigaba el virus de la influenza y estaba cultivando estafilococos. Uno de los recipientes que tenía en su laboratorio procedía de un centro de análisis micológicos del piso superior del edificio. Fleming notó que sobre el plato crecía moho y que alrededor de éste había un área libre de estafilococos, que atrapó de inmediato su atención e inició una cadena de eventos que terminaría con la obtención de uno de los agentes antimicrobianos más importantes en la historia de la medicina y, por supuesto, de la humanidad.

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PROFESOR: EDUARDO CAÑUETO




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