1) Expliquen con sus palabras la siguiente expresión: “Sólo podremos hablar de un verdadero progreso cuando lo técnicamente posible sea a la vez lo éticamente correcto”
2) Según el escritor François Rabelais (1494-1553), “La Ciencia sin consciencia es solo la ruina del alma”: a) qué intenta decir el autor; b) por qué se menciona en este artículo; y c) ejemplifique
3) Hoy día se habla mucho del uso y abuso de las nuevas tecnologías, y también de la dependencia que nos generan: a) averigüen en Internet sobre qué es el “phubbing”, y b) reflexionen críticamente
LA RACIONALIDAD CIEGA DE LA TECNOLOGÍA
La tecnología, esencialmente inocua, es un medio para el ser humano. Él es el encargado de darle una finalidad; que, en cuanto medio, obviamente será la de estar a su servicio. Sin embargo, la falta de claridad en cuanto al verdadero fin de la tecnología, a su razón de ser, puede hacer que el ser humano se constituya en una amenaza para sí mismo.
Al levantarnos por la mañana podemos hacer el ejercicio de mirar alrededor e identificar todos aquellos objetos que son producto de la tecnología. Rápidamente caeremos en la cuenta de que prácticamente la mayoría de las cosas que nos son útiles y con los cuales convivimos provienen de ella. Así, por ejemplo, todos encendemos la luz eléctrica. Algunos usan su afeitadora, otros el cepillo eléctrico. En la cocina abundarán todo tipo de artefactos tecnológicos y aprovecharemos de encender la radio para informarnos de los últimos acontecimientos. Una vez asegurados de traer con nosotros el teléfono celular y el computador, arrancaremos el auto para dirigirnos al trabajo, siguiendo un camino cuyo tráfico estará controlado y regulado por otra serie de elementos técnicos. No sin razón, entonces, decimos que nos encontramos en la era de la tecnología: ésta se encuentra cada vez más presente en nuestra vida cotidiana.
También podemos darnos cuenta de que los beneficios que nos ha traído la tecnología son muchos e importantes. Siguiendo los mismos ejemplos, es indudable que la luz eléctrica, los computadores y los aparatos de cocina, entre otras muchas cosas, se han transformado en elementos indispensables de nuestro quehacer diario. Lo mismo podemos decir de los grandes avances que, también producto de la tecnología, se han logrado en materia de salud. Hoy somos capaces de combatir y erradicar muchas enfermedades que nos aquejaron dramáticamente desde tiempos remotos. Sin embargo, no podemos negar que, por otra parte, están surgiendo problemas nuevos ligados al -a veces-desmesurado desarrollo tecnológico, y que algunos de ellos son peligros de consecuencias dañinas para el hombre y la naturaleza.
Dado que la tecnología es esencialmente neutra, los productos tecnológicos pueden ser diseñados para hacer el bien y para hacer el mal. Un mismo producto puede ser usado para un fin bueno y para uno malo. Ejemplo de lo anterior fue lo sucedido el 11 de septiembre de 2001, cuando en Nueva York dos aviones fueron estrellados contra las torres gemelas del World Trade Center en un atentado terrorista. Impresiona pensar que, al mismo tiempo, centenas de miles de aviones de pasajeros están siendo utilizados a diario para servir a nobles fines del ser humano. Así, no resulta menor determinar el verdadero papel y lugar que ocupa la tecnología en la vida de los seres humanos.
La realidad nos muestra que quienes no han sabido dar con este papel han hecho de la tecnología una gran amenaza para el hombre (se ha ido creando una mentalidad que empieza a valorar y juzgar la realidad de la misma manera como funciona la tecnología). El no tener en cuenta el sentido de las cosas ha producido grandes desatinos. Pensemos, por ejemplo, en lo que ha ocurrido con la fecundación artificial; donde el hombre, preocupado sólo del hacer, recurre a cualquier forma tecnológica para programar y controlar el nacimiento de otros hombres. Este "logro tecnológico", lejos de contribuir al perfeccionamiento humano, de hecho lo ha deshumanizarlo y convertido en un manipulador de la vida de sus semejantes. Otro tanto ocurre con la clonación humana en el campo de la bio-genética, que ya es un posible tecnológico. Podemos apreciar así que los alcances que la tecnología trae consigo pueden generar fuerzas incontrolables y cuyo mal uso podría traer consecuencias gravísimas para la humanidad. Baste pensar, si no, en lo ocurrido en Inglaterra en 1996, cuando se eliminaron 3.300 embriones humanos congelados. O con la bomba atómica en Hiroshima. En fin, y por desgracia, podríamos confeccionar una abundante lista de atrocidades causadas por el mal empleo de la tecnología; que nos haría pensar si acaso la peor amenaza para el hombre es precisamente lo que él mismo produce"
Como sea, parece claro que la pregunta central en todo esto tiene que ver con lo siguiente: ¿Qué es la tecnología y cuál es su papel para el ser humano?
La tecnología corresponde a una dimensión de la actividad humana que se refiere al hacer, a la producción. El ser humano es capaz de usar y fabricar instrumentos, lo que constituye una muestra de su comportamiento inteligente. Este uso y fabricación tiene por finalidad satisfacer necesidades; y es el propio hombre quien perfecciona el modo de hacerlo, mediante la técnica. Con ella es capaz de adaptarse al mundo y transformarlo para su beneficio. De ahí que la técnica pase a formar parte de su cultura. Sin embargo, se corre el riesgo de caer en una suerte de absolutización de ella que haga perder el sentido de fin para el cual se desarrolló. Dicho de otra manera, corremos un riesgo al quedarnos sólo en el perfeccionamiento de los medios olvidando los fines. Si el ser humano no se pregunta por su naturaleza y fines propios; si pierde su verdadera dimensión y pasa a ser una cosa; si, como sujeto, como persona única e irrepetible, ya no cuenta para nada, entonces puede ser sustituible, igual que la tecnología. Muchas de las aberraciones comentadas se explican por la pérdida de toda racionalidad que abre camino a un proceso de deshumanización.. La racionalidad ciega de la tecnología, que pretende resolver los problemas que ella misma genera sólo con soluciones técnicas, acarrea el costo tremendo de destruir al propio ser en el proceso.
De esta manera, el rápido avance de los procesos tecnológicos requiere con urgencia el respeto de algunos criterios elementales. Así, se hace indispensable una buena base antropológica que humanice las cosas nuevas que se vayan desarrollando. La técnica no puede indicar por sí sola el sentido de la existencia y el progreso humano. Puesto que carece de fin en sí misma, es del hombre y sus principios éticos de donde deben surgir la dirección, la finalidad y, claro está también, los límites.
Es evidente que, para poder vivir, los seres humanos requerimos modificar el entorno. No vivimos en un árbol sino que nos construimos una casa. Pero por lo mismo, debemos poder manejar las cosas que producimos, tenemos que poderlas abarcar. Conocer, usar y poseer instrumentos es una característica nuestra: el problema se nos presenta cuando ya no podemos dominar la técnica creada y es más bien ella quien nos domina: cuando nosotros debemos adecuarnos a la técnica y no al revés.
Que el ser humano sea el llamado a darle un fin a la tecnología y utilizarla para su propio beneficio, pasa por ocuparla de manera tal que contribuya a nuestro perfeccionamiento real. Sin embargo, la vida cotidiana permite darnos cuenta que esto no es tarea fácil. Pensemos, por ejemplo, en lo que ocurre con la televisión (producto tecnológico de frecuente abuso), que ha pasado a ser, para la gran mayoría de las personas, causa de numerosos problemas en la vida familiar. Muchos niños han sido, por decirlo de alguna manera, "secuestrados" por este medio audiovisual. Lo cautivante de la pantalla luminosa, por la cual pasan imágenes que no sólo llaman sino que atrapan la atención, ha hecho que niños "y adultos" se transformen en personas pasivas e individualistas. Y ello, por cierto, sin considerar las consecuencias derivadas del contenido de programas de por sí deshumanizantes.
Con un medio tan accesible hoy como el computador sucede algo similar. Nadie duda de los beneficios que trajo, pero es claro que su mala utilización ha dejado consecuencias negativas. Por supuesto, no estoy postulando una vida al estilo de Tarzán, ajena a todo artefacto tecnológico; pero tampoco se trata de construir una especie de Frankenstein que se vuelva contra su propio creador. Es decir, no se trata de impedir el desarrollo de la tecnología sino de darle un sentido humano: que sea puesta al servicio del hombre.
Pero si hemos tratado de la racionalidad ciega de la tecnología, hay que hablar de la racionalidad humana. Lo propiamente humano es que, a través del actuar y de las cosas que producimos, nos vayamos haciendo mejores. De alguna manera, nuestra capacidad de transformar la realidad refleja nuestro dominio sobre la creación; por lo que la técnica será un precioso recurso en la medida en que sea puesta a nuestro servicio y promueva nuestro desarrollo integral y el beneficio de todos. En esta perspectiva, descubrimos que la técnica ha de estar subordinada a la ética "que a su vez depende del conocimiento de la verdad": habrá de ponerse a la persona como centro y sujeto de la cultura.
Parece oportuno traer a colación aquella cita célebre que dice: "La ciencia sin conciencia sólo es la ruina del alma". En efecto: la ciencia debe tener finalidad y estar orientada al servicio del ser humano. Pongamos las cosas en positivo: es muy bueno que, actualmente, puedan hacerse diagnósticos prenatales para tratar a los niños in utero. En algunos casos les pueden corregir enfermedades o defectos, y hasta salvar la vida. Sin mediar la técnica, ello no sería posible. Lo mismo ocurre en muchos otros ámbitos. En una entrevista, un alto ejecutivo de empresas explicaba hace poco lo importante que era aprovechar las bondades de la tecnología y hacía referencia a su agenda electrónica "Palm Pilot", que le ayudaba a ordenar su tiempo y actividades. Siguiendo religiosamente el horario programado para cada día, su "Palm" no sólo se encargaba de recordarle cosas sino que incluso le daba la posibilidad de, a través del computador portátil, solucionar alguna tarea pendiente, ayudado por el fax y correo electrónico. Así, el horario que se había propuesto a comienzos de año para llegar a su casa, estar con su señora e hijos, era una realidad gracias a las bondades de la tecnología. Optimizaba su tiempo y flexibilizaba también el hecho de tener que estar físicamente en el lugar de desempeño laboral.
Ambos ejemplos ilustran muy bien que todo depende de la finalidad que uno le de a los medios tecnológicos; estando conscientes, eso sí, de que a veces somos débiles y podemos ser absorbidos por ellos. Llegado el caso, será la hora de la conciencia y la reflexión para poner nuevamente las cosas en su sitio.
El hombre está hecho para la plenitud, para lo excelente. Es a ello a lo que tiene que aspirar. Para lograrlo, es muy lícito que quiera saber y cultivar el conocimiento y las ciencias, en la medida que contribuyan a hacerlo a él mejor. Hay un gran desafío para quienes parecen cada vez más vulnerables a la mentalidad tecnologista imperante. En lugar de hacernos conscientes de la plenitud humana que debiéramos lograr, y habiendo dejado de plantearse la cuestión de "al servicio de qué y de quién" se encuentra la tecnología, han perdido el verdadero sentido de la realidad de las cosas. Ciertos desvaríos de esta mentalidad han traído consecuencias tan graves como la creación de toda una cultura anti-vida, que precisamente recurre a la tecnología para dominar el nacimiento y la muerte. Es necesario y urgente, por tanto, poner barreras. Pero éstas no tienen que provenir de la técnica "siempre estará la posibilidad de hacer algo más y un poco mejor" sino de la ética. He aquí la clave para progresar, para darle a la tecnología un carácter eficaz; es decir, de verdadero servicio a la persona humana.
Sólo podremos hablar de un verdadero progreso cuando lo técnicamente posible sea a la vez lo éticamente correcto. Entonces se respetarán los derechos fundamentales del ser humano y se buscará su bien verdadero e integral. De lo contrario, el hombre será sólo un material de dominio para las tecnologías avanzadas, cada vez más contrarias a su dignidad y prestas a atropellar sus derechos inalienables.
En suma: la técnica es un medio que debe ser puesto al servicio del hombre y ordenarse a él como quien le dio origen. Y en los fines que se le darán habrán de respetarse criterios éticos fundamentales, de manera de mantener en pie la dignidad humana y el respeto de sus derechos inalienables.
PROFESOR: EDUARDO F. CAÑUETO
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