martes, 24 de abril de 2012

TRABAJO PRÁCTICO N° 4


ACTIVIDADES:
1.      Lea detenidamente el texto
2.      Explique la teoría de la generación espontánea, y su hipótesis rival
3.      Identifique el experimento que Pasteur realizara para refutar la tesis de la “generación espontánea”
4.      Describa desde una “perspectiva  whig” el debate sobre la generación espontánea.
5.      Describa desde una “perspectiva antiwhig” el debate sobre la generación espontánea

A fines del siglo XVII, la problemática sobre la generación espontánea de los microorganismos, varias veces echada por tierra, aún seguía viva. Esta polémica tenía ya casi dos siglos: había sido iniciada por Jan van Helmont (1577-1644) con un experimento de generación espontánea. Por otra parte, Francisco Redi (1626-1697) había logrado la refutación de la generación espontánea en gusanos. La polémica se había reabierto con Antoni van Leeuwenhoek (1632-1723), quien había mostrado microorganismos que aparentemente aparecían por generación espontánea bajo el microscopio. En 1768, Spallanzani, dudó de los resultados de los últimos experimentos que apoyaban la generación espontánea, que habían sido realizados en 1748 por John Needham (1713-1781). Repitió los pasos de Needham, pero en condiciones más rigurosas y controladas. Así pudo concluir que la generación espontánea no se producía. Sin embargo, en 1858 todavía quedaban dudas. Es en ese entonces que Louis Pasteur (1822-1895) entra en la escena de esta encendida y antigua polémica. Pasteur fue un científico prolífico. Sus estudios abarcaron los temas más diversos y muchos constituyeron verdaderas proezas científicas. Este químico francés, entre muchas otras cosas, sentó las bases de la cirugía aséptica, realizó estudios que ayudaron a atacar el carbunco, produjo una vacuna contra la rabia y salvó a la industria de la seda francesa de la extinción al dilucidar cómo se transmitía una enfermedad que atacaba al gusano de seda. En 1858, Pasteur hizo su ingreso en la candente problemática de la generación espontánea. El 20 de diciembre de 1858, en una nota dirigida a la Academia de Ciencias, el director del Museo de Historia Natural de Ruan, Félix-Archimède Pouchet (1800-1876), se definió claramente en favor de la generación espontánea y publicó al año siguiente un volumen sobre L'Hétérogénie ou Traité de la génération spontanée. "Cuando la meditación me llevó a la certeza de que la generación espontánea es todavía uno de los medios empleados por la Naturaleza para la reproducción de los seres, me dediqué a descubrir mediante qué procedimientos podrían evidenciarse estos fenómenos." Tan categórica afirmación provocó numerosas réplicas, y Pasteur escribió a Pouchet: "Pienso que cometéis un error, no al creer en la generación espontánea (porque en semejante problema es difícil no tener ideas preconcebidas), sino al afirmar la generación espontánea. En las ciencias experimentales es siempre erróneo no dudar mientras los hechos no nos obliguen a hacer una afirmación. En mi opinión, se trata de un asunto en el que se carece por completo de pruebas decisivas." Para sostener su afirmación, Pouchet realizó varios experimentos. Entre ellos, sobre una cuba de mercurio introdujo con la boca hacia abajo, un frasco lleno de agua destilada y hervida, lo destapó, instiló en él un poco de oxígeno y de nitrógeno obtenidos por métodos químicos, y luego una borra de heno extraída de otro frasco que había mantenido en una estufa durante veinte minutos. Después de algunos días, el agua estaba llena de microorganismos. Pasteur cuestionó la introducción de "aire común" al que adjudica la contaminación microbiana del mercurio. Inicia así las experiencias contundentes que pondrán fin a un debate milenario. A pesar de los resultados de Pasteur, Pouchet no se mostró vencido y continuó sus experimentos.
En 1864, la discusión acerca de la generación espontánea de los microorganismos se había vuelto tan fogosa que la Academia de Ciencias de París ofreció un premio para los experimentos que arrojaran nueva luz sobre el problema. Los experimentos debían hacerse en el Museo de Historia Natural con requisitos claramente establecidos. Los partidarios de la generación espontánea tenían sus propios programas preparados y se retiraron en actitud de protesta. Solo quedó Louis Pasteur (1822-1895) para realizar las investigaciones. Pero si los partidarios de la generación espontánea hubieran realizado las experiencias, Pasteur habría perdido el debate. Pasteur usaba agua de levadura para sus cultivos mientras que su contendiente más feroz, Félix-Archimède Pouchet (1800-1876), utilizaba agua de heno, que hoy sabemos que contiene gérmenes que no mueren a 100 °C y que se desarrollan ante la entrada de una pequeña cantidad de oxígeno. Este hecho, como veremos, le habría otorgado el triunfo en la compulsa. Tiempo después Pasteur descubrió que si no se alcanzaba una temperatura de 120 °C no había seguridad de matar a todos los gérmenes. Este descubrimiento determinó que, a partir de ese momento, el autoclave –un instrumento que permite alcanzar el punto de ebullición a temperaturas mayores de 100 ºC– pasara a ser un elemento indispensable para la antisepsia. Pasteur advirtió la necesidad, no sólo de usar un autoclave, sino también de esterilizar al fuego los instrumentos y los aparatos que se utilizaran. Para destruir todos los gérmenes, era necesario pasar los instrumentos por la llama, que los eliminaría más fácilmente mientras más secos estuvieran. Llamativamente, a pesar de los contundentes resultados de Pasteur, la victoria de los detractores de la idea de la generación espontánea aún no era completa. Poco tiempo después de la muerte de Claude Bernard (1813-1878), la Revue Scientifique publicó artículos de su autoría sobre el proceso de fermentación. Pasteur sostenía que la fermentación era obra directa de algún ser vivo, mientras que Claude Bernard atribuía a los fermentos no sólo el proceso de fermentación, sino también la formación de los microbios que lo acompaña; la generación espontánea nuevamente en escena. Para Bernard, la fermentación comenzaba sin gérmenes mientras que Pasteur sostenía que la presencia de gérmenes era indispensable para que la fermentación se iniciara. Ante esta disyuntiva, Pasteur construyó un invernadero hermético. Puso en él uvas a crecer, libres de microbios –ya que éstos se depositan en la maduración de la fruta–. Para evitar la contaminación, rodeó los racimos con algodón. Llegada la época de recolección, se aplastaron las uvas y se colocaron en un ambiente calefaccionado para favorecer la fermentación. El resultado fue definitorio: la fermentación no se produjo en las uvas crecidas en ausencia de microbios, mientras que los racimos que no estaban en el invernadero comenzaron a fermentar a las 48 horas. Luego, al exponer los racimos protegidos al aire o agregarles algunos granos de los racimos previamente expuestos, la fermentación se inició. Los resultados fueron concluyentes: nada podía suplir el papel de los gérmenes en el proceso de fermentación, ni ningún fermento podía hacer que surgieran. Entre los muchos experimentos que realizó Pasteur para desechar la generación espontánea, uno merece especial énfasis por su gran simplicidad y su carácter decisivo. Pasteur usó matraces con cuello de cisne que permitían la entrada del oxígeno –elemento que se creía necesario para la vida–, mientras que en sus cuellos largos y curvados quedaban atrapadas bacterias, esporas de hongos y otros tipos de vida microbiana. De esta manera, se impedía que el contenido de los matraces se contaminara. Pasteur mostró que si se hervía el líquido en el matraz, matando a los organismos ya presentes, y se dejaba intacto el cuello del frasco, no aparecería ningún microorganismo. Solamente si se rompía el cuello curvado del matraz, lo que permitiría que los contaminantes entraran en el frasco, aparecerían microorganismos. Algunos de sus matraces originales, todavía estériles, permanecen en exhibición en el Instituto Pasteur de París. "La Vida es un germen y un germen es Vida" proclamó Pasteur en una brillante "velada científica" en la Sorbona, ante lo más selecto de la sociedad parisina. "Nunca la doctrina de la generación espontánea se recuperará del golpe mortal que le asestó este simple experimento."

PROFESOR: EDUARDO CAÑUETO

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