lunes, 3 de noviembre de 2014

SERENDIPIA

DESCUBRIMIENTOS AL AZAR (SERENDIPIA)
Origen e historia de “Serendipia”

“Serendipia” es una curiosa palabra asociada a otros hechos también curiosos. Probablemente no conozcan esta palabra, y de hecho, si la buscan en el diccionario no aparece, porque este término no ha sido aceptado aún oficialmente.
La “serendipidad” podría definirse como “la facultad de hacer un descubrimiento o un hallazgo afortunado de manera accidental”, o también, “encontrar soluciones a problemas no planteados, sin buscarlas siquiera”. Sí existe, en cambio, la palabra “Serendipity”, aceptada por la Academia de la lengua inglesa. Y en nuestro idioma, existe el término coloquial “chiripa”, que podría ser considerado un sinónimo de “serendipia”.
Históricamente, esta palabra se extrajo del relato “Los tres príncipes del Serendip”, que se cita en la obra. La historia de Simbad de las mil y una noches. Les resumo el relato: “Había una vez un reino exótico y oriental llamado Serendip (parece ser que se podría situar en Sarandib o Serandib, denominación ancestral de la isla de Ceilán/Sri Lanka, o quizá Serendip siempre existió en Persia, el reino de los cuentos). En dicho reino, había tres príncipes que tenían el don del descubrimiento fortuito. Ellos encontraban, sin buscarla, la respuesta a problemas que no se habían planteado; gracias a su capacidad de observación y a su sagacidad, descubrían accidentalmente la solución a dilemas impensados”. Tan peculiar le debió de parecer este relato a Horace Walpole en el siglo XVIII que inventó al efecto la expresiva palabra “Serendipity” para denominar a todos esos descubrimientos producidos por la combinación de sagacidad y accidente.
El proceso serendípico
La historia está llena de descubrimientos “serendípicos”, es decir, que la “serendipia” nos conduce a resultados importantes.
Las fases del proceso podrían ser las siguientes:
1. existe un problema
2. existe un sujeto con el problema
3. el sujeto está buscando una solución
4. el sujeto encuentra la solución por accidente
Pero esto nos conduce a una segunda cuestión: ¿cómo sabe el sujeto que “eso” que ha descubierto es la solución? Aquí intervienen muchos factores, pero, por encima de todo, existe sagacidad e intuición. El sujeto busca algo específico que encaje en el problema como una llave en una cerradura. Esto supone que debe estar atento y alerta, y que además sabe perfectamente qué falta, y lo espera. Por eso, la “serendipia” no es un accidente, no es una casualidad, ni tampoco buena suerte, pero lo parece. Para quien está fuera del problema, llegar a la solución es fruto del azar, un regalo de los dioses. Quien está en el problema, en cambio, está atento, tenso, para cazar la respuesta al vuelo cuando se le presente, y en este caso, llegar a la solución no es una casualidad. La “serendipia” no es magia, pero en el proceso “serendípico” interviene la magia porque la solución surge de modo inesperado y del rincón más oculto de nuestro ser.

ALGUNOS DESCUBRIMIENTOS ASOMBROSOS 
A) Daguerré y la fotografía
Daguerré quería conseguir fijar una imagen fotográfica con la máxima nitidez posible, pero con ninguno de los productos que había experimentado había tenido éxito.
Un día guardó varias placas con las que había estado experimentando en un armario, y, cuando días después las sacó, vio que en ellas la imagen aparecía clara. Este había sido el accidente, pero el descubrimiento procede de la sagacidad de Daguerré al concluir que alguno de los compuestos químicos del armario era el causante. El mercurio de un termómetro se derramó, y el vapor de mercurio había causado el milagro, convirtiendo a Daguerré en el pionero de la fotografía. Él dijo: “la buena fortuna me llevó a ello”.
B) Goodyear y la vulcanización del caucho
Charles Goodyear estaba decidido a fabricar caucho sintético resistente a los cambios bruscos de temperatura. Tras muchos intentos, completamente obsesionado con hallar la solución, se le ocurrió mezclar azufre con el caucho que accidentalmente cayó sobre una cocina caliente, y, para su sorpresa, no se fundió sino que se carbonizó lentamente como si fuese cuero. Goodyear comprendió inmediatamente el significado de este accidente. A este proceso de añadir azufre al caucho lo llamó “vulcanización” (en honor al dios Vulcano).
C) El ingeniero suizo George Mestral observó su chaqueta cubierta de esos pequeños cadillos llamados “arrancamoños”, tras un paseo por el campo. Al quitarlos de su abrigo y estudiarlos en el microscopio, descubrió que estos parásitos poseen numerosos ganchos dotados de una forma peculiar, que les hace adherirse muy eficientemente en otras superficies igualmente irregulares. Tras esto, se le ocurrió crear un sistema de cierre práctico basado en dicha estructura. Así surgió el cierre de velcro que hoy en día se usa en todas partes: ropa, calzado…

LA CREATIVIDAD EN LA CIENCIA. EL AMOR COMO FACTOR DEL PENSAMIENTO CIENTÍFICO
La creatividad en la ciencia
Uno de los factores determinantes para que se pueda producir la “serendipia”, y para el progreso humano en general, es la creatividad, que es una facultad innata en el hombre. La creatividad se basa en la capacidad imaginativa de cada uno y, sin duda, detrás de los grandes descubrimientos de la ciencia siempre ha estado la imaginación. Y es que para poder hacer un hallazgo, hace falta una mente abierta y libre, que contemple todas las posibles soluciones por inverosímiles que parezcan, pues si algo hemos aprendido, es que en cualquier momento “salta la liebre”, que la respuesta que tanto deseamos podemos hallarla en el momento más inesperado. Por eso, si un científico dedica su vida al estudio de un proceso, con la idea de descubrir lo que nadie ha podido hasta ahora, si no consigue encontrar la solución tras años de esfuerzo y dedicación, a este estudioso le quedan dos opciones: abandonar esa búsqueda que ha podido convertirse en una obsesión que domina su vida, o por el contrario, continuar sus investigaciones pero tomando otro camino, porque el científico tiene que ser práctico e inteligente, y ser capaz de romper barreras, de romper las propias barreras de su mente. Llega un momento en la trayectoria de todo investigador en que tiene que saber renunciar a una idea que no acaba de cuajar para contemplar otras posibilidades, que tal vez le lleven, por fin, al camino correcto.
Ante todo, la creatividad-imaginación no puede existir en una mente que se aferra desesperadamente a algo. La imaginación supone que nuestra mente puede volar en libertad, dirigida por la voluntad y supervisada por la inteligencia, pues si no, no podríamos hablar de imaginación sino de fantasía: de múltiples imágenes que se suceden sin control, pero que desde luego no nos llevarán a ninguna solución viable.
El científico, si quiere avanzar y poder acercarse a la “serendipia”, no debe permitir que nada influya en su investigación, ni siquiera su propio deseo de éxito, porque desear algo con demasiada vehemencia puede ser el principal obstáculo para que podamos alcanzarlo.

EDUCÁNDONOS HACIA LA “SERENDIPIA”
Hay quienes dicen que para hacer un nuevo descubrimiento hay que tener un poco de suerte, pero no nos limitemos a creer que las respuestas surgen por casualidad.
Lo cierto es que todos aquellos que han sido iluminados con alguna verdad que los demás no han sido capaces de encontrar tenían muchas cosas en común, y es que, sin saberlo, se estaban preparando para poder ser dignos del premio que iban a recibir (se encaminaban hacia su destino). Quiero decir que es posible formarse y educarse a lo largo de la vida para poder acercarse, al menos, a la “serendipia”.
Las cualidades que nos educan hacia la “serendipia” son muy variadas.
Para empezar, los accidentes se convierten en descubrimientos debido a la sagacidad de la persona que se tropezó con ese accidente. Pero no solo eso: todo estudioso ha de tener una formación básica con la que trabajar; por eso, es fundamental una mente preparada (Louis Pasteur dijo: “La fortuna favorece a la mente preparada”). Eso supone toda una vida dedicada al estudio: perseverancia, estar continuamente aprendiendo. Y además, esta preparación debe ser una formación global, lo más completa posible, porque muchos de los grandes descubrimientos se produjeron gracias a que el investigador tenía nociones básicas de muchos campos diferentes dentro de la ciencia (se necesitan muchos conocimientos para comprender el problema; si este no se entiende, difícilmente se encontrará la solución). Los accidentes se convierten en descubrimientos gracias a la curiosidad manifiesta del que observa el suceso, que, junto con la percepción, le llevan a darse cuenta del significado de lo que acaba de ver. Ambas, curiosidad y percepción, pueden ser más despiertas en el caso de algunas personas, pero también pueden estimularse. Está claro que la observación va a ser fundamental en lo que la “serendipia” se refiere. Por eso es muy útil ir anotando todos los resultados obtenidos en las investigaciones: tanto los esperados como los inesperados. Y todo eso hay que interpretarlo con la mayor objetividad posible. Para ello, es necesario ser flexibles en pensamiento y en interpretación, no despreciando los resultados inesperados considerándolos “erróneos”, porque, a veces, el resultado inesperado es lo que lleva al descubrimiento. Por eso, la mente preparada ha de estar también preparada para sorprenderse.
También debemos contar con el poder de la fortuna (un viejo poema nórdico dice: “Es mejor tener suerte que ser listo”), que parece tener a una serie de “elegidos” que tendrán la suerte de estar en el lugar preciso en el momento adecuado.
No olvidemos tampoco la creatividad como elemento básico del ser humano para concebir lo que parecía imposible.
Además, estos científicos tenían otra cosa más en común: no tenían miedo al descrédito profesional o a la humillación por plantearse lo que nadie creyó que valía la pena plantear. Tenían gran confianza en sí mismos y, aunque encontraron una gran oposición entre sus colegas, ellos seguían defendiendo aquello de lo que estaban convencidos, generando así nuevas maneras de pensar. Se caracterizaban por estar siempre aprendiendo de los errores, o incluso, indagando en ellos como fuente de inspiración para nuevas investigaciones, porque el científico debe saber “sacarle partido a todo” y tener en cuenta que las equivocaciones sugieren muchas veces rutas que nos pueden llevar a la verdad. Por tanto, el hecho de que muchos estudiosos fracasaran no es porque se movieran en la dirección equivocada, sino más bien porque no se atrevieron a ir lo suficientemente lejos.
 “Serendipia” e intuición
Todos los factores descritos en el apartado anterior son muy importantes a la hora de intentar hacer un gran descubrimiento, pero, en última instancia, existe un factor clave y absolutamente esencial: la intuición. Como sabemos, se relaciona con el sexto plano de la división septenaria del universo: Budhi, y para el hombre sigue siendo una facultad prácticamente adormecida (sin desarrollar aún), que podría definirse como el conocimiento directo, o dicho de otro modo, saber sin precisar de la razón.
Con seguridad, todos los descubridores (del pasado y los que vengan en el futuro) tienen algo en común: ellos fueron capaces de entender el significado de lo que acababan de ver. Es como si el germen de una idea estuviese flotando en el aire, esperando ser descubierta. Pues bien, estos “elegidos” pudieron alcanzarla por ser lo bastante listos o lo bastante intuitivos. Debemos creer que la respuesta está a veces delante de nosotros, pero necesitamos ese destello (proveniente de la intuición) para verlo todo claro de repente, sabiendo conectar entre sí ideas que aparentemente no tenían relación alguna.
Por eso, la “serendipia” está íntimamente ligada a Budhi, a la capacidad intuitiva del ser humano. Así, aquellos que deseen experimentar el fenómeno “serendípico” deben prepararse a conciencia, porque la intuición está asociada de alguna manera al aprendizaje. Sin embargo, seamos realistas: no todos los científicos de mérito que han buscado respuestas las han hallado. Por eso, cabe pensar que la intuición es diferente en cada persona; esa chispa de Budhi necesaria para ver lo que nadie ha visto, no la posee todo el mundo por igual, sino que dependerá de las cualidades innatas del sujeto, así como de su momento evolutivo. Pero, por encima de todo, recordemos que si alguien quiere estar en contacto con lo elevado, con la tríada, debe despegarse de lo inferior, no puede permitir que su personalidad le moleste y/o le guíe en sus investigaciones. Dicho de otro modo: para encontrar la verdad, para descubrir las respuestas, no pensemos en la fama o el dinero que podríamos lograr, sino que debemos amar la respuesta en sí misma, como el tesoro más preciado que la naturaleza nos puede regalar.

CONCLUSIÓN
¿Cuestión de suerte o intuición? No veo por qué he de desechar una de las dos; puede que la intuición y la suerte vayan de la mano, puede que la intuición sea un golpe de suerte.
En cualquier caso, creo que si alguien tiene facultades para la música o el arte, también hay quien tiene facultades para la “serendipia”, pues probablemente se nace con ella. Esta facultad está como latente, esperando el momento oportuno: cuando en el científico surge la idea, brillante y clara como un relámpago en la noche. Y lo más curioso es que lo que distingue a este científico de todos los demás no es su preparación o su inteligencia, sino que, al observar lo que sucedía a su alrededor, él supo reconocer lo que a los demás les pasó desapercibido. Supo acercarse a la “serendipia”, y puede que lo hiciera siguiendo este esquema:
OBSERVACIÓN>>>>IMAGINACIÓN>>>>INTUICIÓN
PROFESOR: EDUARDO CAÑUETO